Estaba yo comprando unas hamburguesas, tan tranquilamente.
Por fuera del local, una joven a la que a veces he visto dentro, trabajando, sirviendo ella las hamburguesas. Lista y preparada para salir con sus amistades, supongo.
Le pregunté. "¿Qué, cómo va todo? ¿Se nota la crisis? :-)"
Me respondió. "Seremos más pobres que nuestros padres."
Y luego continuó. "... si no hay guerra."
Le pregunté su edad. 18.
Esta generación, la suya, lo sabe. Sabe que la cosa está cambiando, que el crecimiento está dando paso al decrecimiento. Salvo que cambien las cosas, eso es enteramente lo que parece.
Leen cosas, ven cosas, oyen cosas. Están acostumbrados a captar información de muchas fuentes.
Piensan por su cuenta, porque es de su futuro de lo que estamos hablando, y tienen que decidir qué estudiar, qué comprar, dónde vivir.
Pueden, por supuesto, estar equivocados. Y, desde luego, hay tantas opiniones como personas, en cualquier edad.
Pero, si tienes más de 18 años, ¿recuerdas cómo eras cuando los tenías? No eras imbécil. Era sólo que habías vivido menos años.
Biológicamente, con 18 años se puede ser madre. Creo que lo recordaré la próxima vez que vea una pirámide de edad.
No podemos ponernos en la piel de los demás.
Ni, mucho menos, en la piel de todos los demás. Esas imágenes en las que se ve el planeta Tierra en una foto han hecho mucho daño. Hay quien cree que puede tener en su cráneo una representación fiable del Mundo.
Mejor olvidarse de eso y recordar que somos seres esencialmente bidimensionales, porque vivimos y actuamos en una capa del planeta que tiene, salvo que seas un minero chileno [gulp!] o viajes mucho en avión, unos pocos metros de espesor.
Me gustaría predecir qué va a pasar con lo de la economía y "otras cosas innombrables", pero no puedo.
De lo que se trata es de crear espacio y opciones. Cada uno para sí mismo y para los demás. Para ahora y para después.
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